viernes, 30 de enero de 2009

Mis mascotas capitalinas



Todo comenzó porque un pajarito moñudo llegó cierto día a mi balcón. Le dejé miguitas de pan por si acaso le apetecían. Llegó y comió. Todos los días me visitaba, y comía feliz de la vida. Luego, como las miguitas le darían sed, le dejé un potecito de esos de la mantequilla, con agua. A la semana ya trajo a un amigo. Luego, pensé que tal vez el pan a la larga no le sentaría tan bien a su pancita. Les compré un poquito de mijo en una tienda de mascotas de por acá. Al otro día de haberles cambiado el menú llegó una toto*, y con ella luego una amiga, su novio, la prima de la hermana de la tía, sus hijos, nietos, sobrinos...
Ahora llegan como 3 gorrincitos moñudos y 6 totos, aunque debo mencionar que una vez llegó un zorzal a comer pan y un pajarito verdoso a comerse el trebol tiernecito del balcón del vecino (uupss!). Hap! y por temporadas llegan los señores tordos (o Negritos) con sus novias mirlas (o Grisas, como los llamo yo).
Es verdad que a veces entran al departamento, y una vez, cuando llegué, había una toto posada en mi repisa de libros. Perp no importa. Me hacen feliz mis mascotas capitalinas.
Hay que decirlo, con ellos me siento más como en casa.

*totos: dícese de las aves denominadas también como tórtolas. Para mayor información, diríjase a wikipedia, que de seguro allí encuentra algo.